Alejandro Ratia escribe sobre Animales Conmigo
Alejandro Ratia publicó en Artes y Letras, suplemento de Heraldo de Aragón, este texto sobre la exposición de Lina Vila en la Galería Campos de Zaragoza.
EN PRESENCIA DEL OTRO
Los animales entran en diálogo con Lina Vila
“Animales conmigo”. Obra sobre papel de Lina Vila
Galería Campos. La Luz 14. Hasta el 29 de mayo
La representación de animales es tan vieja como la pintura. Fueron lo primero que se le ocurrió pintar al hombre de las cavernas. En el Románico, los bestiarios ofrecieron un arsenal de símbolos donde cada animal representaba en estado puro alguna virtud o vicio de los que contienden en el alma humana. El gótico tardío y el Quattrocento asistieron a una estilización extrema, produciendo una fauna de cuento de hadas, protagonista de cuadros mágicos como el San Eustaquio de Pisanello, en la National Gallery. Recordemos la leyenda: el santo cazador se encuentra al ciervo sagrado en medio del bosque. Este es, precisamente, el modelo iconográfico del encuentro entre el hombre y el animal salvaje, donde es este último quien actúa como oráculo, transmitiendo un mensaje que llega de algún lugar fuera del tiempo.
Los trabajos más recientes de Lina Vila (Zaragoza, 1970) responden a un esquema parecido al del San Eustaquio porque nos muestra el encuentro entre una figura femenina y un animal salvaje. La diferente naturaleza de ambos mundos se enfatiza por medios plásticos. El animal está dibujado con nitidez; la mujer resulta, por el contrario, fantasmal. En ella, el tono es un carmín diluido hasta el extremo; los animales, o bien son del mismo color, pero más denso, o se ha dibujado en gris grafito. La mujer –autorretrato de la artista– está desnuda e indefensa, mientras los animales visten sus pieles o sus plumas, y lucen cornamentas en el caso de alces y ciervos. Como en otras ocasiones, Lina Vila pone sobre el papel la condición transitoria y frágil del ser humano, que aparece como excepción consciente de su mortalidad en una Naturaleza que seguirá allí cuando no estemos.
Sin embargo, creo entender que esta excelente serie de Lina Vila, tan bien resuelta en sus aspectos técnicos, puede tener una lectura optimista y responder a una terapia privada. La mujer puede reivindicarse aquí como sacerdotisa, como espíritu del bosque. Lo específicamente humano, la capacidad para sufrir o gozar, parece sobrevivir de una forma sutil y se identifica, además, con lo femenino en su sentido de “ánima”. Aunque llevados a un terreno personal, podríamos no andar lejos de los bestiarios, antes aludidos, y de su simbolismo, pero en un tiempo que ha aprendido de las películas de Walt Disney –donde vuelven a hablar los animales–, produciéndose un desdoblamiento de funciones entre un mundo corporal e ingenuo, masculino y bestial, y otro anímico. En este caso, la portadora del mensaje oculto parece ser la artista, y es el “otro” quien se acerca a olfatear.
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